sábado, 27 de agosto de 2011

EL CONCEJO QUE SE VIENE, EN VILLA GOBERNADOR GALVEZ

SEGÚN NOS INFORMAN LOS AMIGOS PERIODISTAS, DÍAS PASADOS, EN EL CONCEJO MUNICIPAL SE APROBARON ALGUNOS REAJUSTES DE TASAS A COBRAR POR EL MUNICIPIO.    


NOS PARECE BIEN, QUE SE TRABAJE EN ESE TEMA, PERO LO QUE CORRESPONDE DE AHORA EN MÁS, ES TRABAJAR A FONDO  CON LA SITUACIÓN FINANCIERA DE LA CIUDAD.


PEDRO GONZALEZ SEGUIRÁ TENIENDO MAYORÍA  EN EL MISMO Y POR ELLO, ES PRECISO QUE TANTO EL EJECUTIVO MUNICIPAL, COMO LOS CONCEJALES, DEJEN DE LADO LA ABULIA QUE LOS CARACTERIZÓ PERMANENTEMENTE Y SE PONGAN A TRABAJAR PARA RECUPERAR LA CIUDAD. NO SE TRATA DE QUIÉN ES EL CULPABLE, SINO DE RECUPERAR TIEMPO PERDIDO.


EN PRIMER LUGAR: LAS TASAS MUNICIPALES, ES BIEN SABIDO QUE CASI EL 75% DE LOS VECINOS NO LA PAGAN, UNOS PORQUE NO TIENEN Y OTROS, PORQUE NO QUIEREN, Y LO QUE SE DEBE HACER SIN DEMORAS, ES EXIGIR EL PAGO, DÁNDOLE POTESTAD AL EJECUTIVO, PARA EXIGIR CON APREMIO DICHA TASA


NO ES POSIBLE QUE SE NIEGUEN APAGAR UNOS 35$ MENSUALES  Y VIVAN PROTESTANDO POR "ALUMBRADO, BARRIDO-LIMPIEZA-BACHES-ARREGLO DE CALLES-SALUD Y SEGURIDAD. Y SIEMPRE CON LA MISMA EXCUSA" SI NO HACEN NADA, POR ELLO NO PAGO"


PERO MUCHOS DE ESOS VECINOS TIENEN INGRESOS ABULTADOS Y NO NO HAY RAZÓN PARA SU ACTITUD. SE ALQUILAN LOCALES PARA NEGOCIO EN CIFRAS ELEVADAS Y NO SE ACUERDAN DE APORTAR PARA EL MUNICIPIO, Y TENEMOS POR EJEMPLO VERDADERAS TORRES, QUE SOPORTAN CARTELES DE PUBLICIDAD DEL NEGOCIO ¿Y NO ABONAN NADA? 


OTRA SITUACIÓN ES LA DE "LA COOPERATIVA INTEGRAL" EL 25% DE SU CONSUMO POR LA CIUDAD NO SE COBRA (por problemas sociales-enganchados) Y LA EPE RECIBE EL 100% DE LO QUE INGRESA. ESTE TEMA ES BIEN CONOCIDO POR EL NUEVO CONCEJAL CABRERA Y SE DEBE TRABAJAR PARA ELLO, A NO SER QUE SEA CIERTO ESO DE QUE LA "EPE" SE QUIERE QUEDAR CON LA COOPERATIVA?


PEDRO GONZALEZ CONOCE PERFECTAMENTE AL INTENDENTE DE RAFAELA, ES UNO DE LOS MEJORES DEL PJ EN LA PROVINCIA, NO DEBE DUDAR EN LLAMARLO Y PEDIRLE "CONSEJOS". ME DIRÁ "SE LO QUE TENGO QUE HACER" NO IMPORTA . CONSULTE Y TRABAJEN EN RECUPERAR LA CIUDAD.


YA NO SE TRATA DE ¿QUIEN TIENE LA CULPA? HAY QUE PONER EL HOMBRO Y SALIR, PEDRO PARA DEMOSTRAR QUE LOS QUE NO CREEN EN EL, ESTÁN EQUIVOCADOS Y LOS DEMÁS PARA ALGUNA VEZ TENER EL ORGULLO DE VIVIR EN VILLA GOBERNADOR GALVEZ.


PERO ADEMÁS NO SOLO ES LA TASA MUNICIPAL, ES TODO EL ORDENAMIENTO FINANCIERO DE LA CIUDAD. EL QUE SE VA DICE, EL CONCEJO NO ME AYUDÓ, YO DIGO EL INTENDENTE TUVIMOS NO SIRVIÓ PARA NADA Y NO VALEN SUS EXCUSAS 

TODAS LAS FUERZAS POLÍTICAS (si existen) DEBEN DESVELARSE POR NUESTRO FUTURO


SERÍA ABSURDO, TRABAJAR PARA LA PRÓXIMA ELECCIÓN !AHORA ES EL MOMENTO!


VILLA GOBERNADOR GALVEZ 
EN VÍSPERAS DE UNA NUEVA ETAPA
GRACIAS












viernes, 12 de agosto de 2011

¿Quo Vadis Jorge Murabito?


¿Quo Vadis Jorge Murabito?

No hubo sorpresa, solo un susto para Pedro, pero esto se podría llamar parafraseando “CRONICA DE UNA DERROTA ANUNCIADA”

JORGE MURABITO fue despedido de la intendencia, por el voto de propios y extraños, es cierto no era una elección, solo se trataba de votar a favor o en contra, tanto en las internas, como en la general.

Hace dos años que les anunciábamos a los amigos del frente, “jorge es un salvavidas de plomo” pero ¿Quién escucha a los viejos, si encima se trata de un “viejo pe---- que en todo te metes”?

Los amigos socialistas, respetaron su pertenencia al frente y con sus razones, no aceptaban que lo sacáramos del frente (¿como quedamos si en la 3º ciudad de la provincia rompemos el acuerdo?)

Se que mascullando bronca armaron una lista opositora, al igual que nosotros con “los vecinos primero”. Pero hay que reconocer, que estábamos embretados con la opción “o Pedro o jorge”. TODOS CONOCEMOS LOS RESULTADOS”

Ahora, leo algunas críticas dentro del frente, pero son tibias, no reflejan la realidad, alguno habla de buenos funcionarios y cita a JESÚS CASAS, y  yo pregunto  ¿si era tan bueno, como fue que no lo acompañaron?

Entonces contesto: porque buscaban cargos y posibles triunfos, debido a la polarización, fueron y son incapaces de reconocer la realidad, arriesgan todo por un falso oropel, de tal modo como perritos falderos saltan y brincan para que el amo les tire un bizcocho
No se puede apostar, a que Pedro Gonzalez  fracase, porque la ciudad necesita ser lo que se debe ser: UNA CIUDAD CON MAYÚSCULA.

Si ser oposición, pero verdadera, no falsa y absurda, marcando las pautas a como se ven, primero asumir luego ver como se continúa. Proclamar que “volveremos en el 2013 y 2015” es solo no querer reconocer que se fracasó en todos los frentes y en todos (o casi todos) los funcionarios, que cambiarían la realidad.

Se creyeron lo de “mi tía me robó los votos, porque el vecino se equivocó”.

El concejo tiene la palabra oficial y los partidos políticos de la ciudad, deben despertar. Las instituciones apolíticas tienen mucho para decir y hacer.

A todos nos toca trabajar en lo que se pueda, formando nuevas generaciones que le den a esta ciudad, nuestra ciudad el sitio que merece, los pueblos vecinos nos indican el camino, a seguirlo

Hector Rodríguez
UNION CÍVICA RADICAL
Villa Gobernador Galvez
SANTA FE

martes, 2 de agosto de 2011

HÉROES EN DESGRACIA- NOTA ENVIADA POR ALEJANDRO CEBEY

ESTIMADOS Y ESTIMADAS:

    Martín Caparrós es el autor de varios libros, uno de ellos LA VOLUNTAD, que refleja la militancia de los setenta e incluye en su texto a varios radicales aún vivos como yo. También escribió LA HISTORIA, un fenomenal ejercicio de imaginación vernácula que no muchos han leído. Denostado por el oficialismo recalcitrante, respetado en baja voz por muchos, ha escrito un nuevo libro. Este comentario del diario de los Mitre muestra parte del debate de la Argentina de hoy. Le agradezco a Patita Calegari de General Belgrano el envío y se los mando para lo reflexionen.

    Atte.-

                     CARLOS ALEJANDRO

 

 

Un descarriado en la mira telescópica por  Jorge Fernández Díaz
LA NACION Sábado 30 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa

 Gente con la que tantas veces estuve de acuerdo ahora me odia; cuando quiere ser amable, me trata sólo de traidor -confiesa Martín Caparrós-. Gente que respeto ve en este gobierno cualidades que no consigo percibir ni un poquito? Me siento colgado del pincel. Estoy perplejo, molesto, inquieto, irritado: me persigue la sensación de que algo está muy mal en la Argentina y de que mucha gente muy respetable se resiste a verlo." Estas frases surgen del prólogo de un libro ( Argentinismos ), donde el narrador cuenta la verdad: durante una placentera cena de junio de 2008, Caparrós quiso discutir de política con un viejísimo amigo y muy pronto la conversación se desbarrancó. "Nos dijimos cosas feas; no volvimos a vernos." Le sucedió otra cosa más, que el autor no cuenta: cuando osó deslizar críticas al sacrosanto proyecto kirchnerista, la televisión oficialista, que se caracteriza por cierta "imbecilidad estructural", como calificó el propio Ricardo Forster, convirtió a Caparrós en un enemigo del Estado: lo persiguió con montajes taimados y mentirosos; lo humilló a través de panelistas aviesos; lo acusó de ceguera y de egolatría, y le recriminó una y otra vez que no accediera a la evidencia de un fenómeno revolucionario que otro escritor en las antípodas (Jorge Asís) calificó sardónicamente de "revolución oral". El comisariato político del progresismo evitista lo había puesto a Martín Caparrós, el descarriado, en la mira telescópica. No podía soportar que un referente de la izquierda intelectual, uno de los mejores cronistas narrativos de América latina, egresado de la Sorbona, maestro de la Fundación Nuevo Periodismo de García Márquez y estudioso del setentismo, fuera reacio al nuevo pensamiento único. Acaso al calor de esos escarnios y miserias, y de la perplejidad frente a un gobierno que en el discurso decía una cosa y en la realidad hacía otra, se cocinó este ensayo inesperado e incómodo, que indignará en el Jockey Club y también en la Biblioteca Nacional. Es que no se trata de un texto convencional; está lleno discusiones de fondo verdaderamente inquietantes. Mientras lo leía y me revolvía en mi asiento, recordaba aquella máxima de Ionesco: "Pensar contra la corriente del tiempo es heroico; decirlo, una locura". Para empezar, el autor ataca el culto mismo a la democracia. No cree naturalmente en dictaduras de ninguna especie, pero le achaca al sistema democrático la desigualdad, el fracaso y el hambre; también, la falsa idea implícita de que "no hay otra opción que el capitalismo con delegación política", algo que pinta como una "resignación triste y ahistórica". No puedo estar menos de acuerdo. Admito que con la democracia no se come ni se educa ni se cura, y que las mayorías pueden equivocarse mucho (Alemania e Italia, y también la Argentinapueden dar cuenta de ello), pero pretender que el sistema de votación y representación se haga cargo de cambiar el mundo es tan injusto como pedírselo a los diarios, a los obreros, a las empresas o al Estado. La democracia es un medio y no un fin; un mecanismo que ha demostrado funcionar en muchos lugares del planeta y que, en manos de inútiles, autócratas y corruptos, ha permitido también aberraciones y dolorosas derrotas sociales. A continuación, Caparrós también se permite ser políticamente incorrecto: sospecha que el kirchnerismo reconstruyó el Estado sólo para acumular poder. "Yo creo que el Estado es uno de los inventos más nefastos del hombre: máquinas potentes para hacer las peores porquerías. Y sería feliz si no hubiera Estado." Luego aclara irónicamente, y no tanto, que el Estado es necesario en estas circunstancias "para regular aunque sea un poquito el enfrentamiento tan desigual entre las clases, para conseguir que los que pierden tengan algún premio consuelo, un médico tras cuatro horas de cola, una escuela con mate cocido, un bolsón de comida, una frazada... Que la recreación del Estado pueda ser una tarea progresista sólo da cuenta de lo mal que estamos". Desde esa posición, arremete contra la ley del matrimonio igualitario: "Yo me sentía cercano a la pelea de gays y lesbianas porque estaban fuera del sistema Estado-Iglesia? Tenían dos opciones: romper con ese sistema e inventar formas nuevas, o pedirle al sistema que los aceptara". Le apena que hayan elegido esa última senda conservadora.
Es extremadamente gracioso cuando habla de peronismo. "Si yo creyera que un dios es responsable de este mundo de mierda, lo negaría por todos los medios: trataría de evitar que lo hicieran responsable a dios de este desastre. Por eso, si yo fuera fiel ferviente peronista, me dedicaría más que nada a negar su existencia, disimularla, minimizarla todo lo posible. El peronismo ha gobernado treinta de los últimos cuarenta años? Si el peronismo existiera, sería como dios: el responsable de este país-desastre." Para Caparrós, el peronismo no existe por la cantidad increíble de ropajes ideológicos que fue adoptando. Le parece insólito que saquen pecho los peronistas como si fueran inocentes de esas patéticas volteretas y de la catástrofe nacional. Se queja, a su vez, de que el revival setentista de los Kirchner malversó los verdaderos sueños de aquella generación diezmada. Caparrós formó parte de los jóvenes que querían instalar el socialismo extremo en la Argentina, y se queja de que el setentismo haya quedado vinculado únicamente al uso de la violencia. Mi discrepancia con los setentistas va más allá del uso del asesinato político como praxis y se instala en la torpe, delirante y peligrosa manera de hacer política que esa generación presuntamente brillante demostró a la hora de la verdad. La apropiación de la "heroicidad" setentista por parte del Gobierno creó, según Caparrós, "una confusión fundamental: que ahora los montoneros mandan, que este gobierno es la concreción de las voluntades de aquellos hombres y mujeres. Es sorprendente -agrega-: cualquier comparación veloz de las ideas políticas de unos y otros muestra la diferencia abismal entre esos militantes que querían un mundo sin ricos y estos ricos empresarios que no paran de hacer plata". Por las dudas, por los tiempos que corren, el narrador de Argentinismos se define: "Fui de esos que tuvimos que dejar la Argentina mientras el matrimonio Kirchner hacía buenos negocios; de esos que criticábamos al peronismo de Menem mientras el matrimonio Kirchner y su gobierno peronista hacían buenos negocios; de esos que trabajábamos para recuperar la historia reciente mientras el matrimonio Kirchner prohibía en su capital marchas de las Madres". Desde la izquierda, critica la ley de medios, el desendeudamiento y otras martingalas kirchneristas. Y también, a La Cámpora, que "no organiza barrios ni dirige centrales estudiantiles ni arma corrientes sindicales ni consigue puestos electivos en consejo y diputaciones? Que el retorno de la militancia -reflexiona- esté fogoneado desde el poder, y que se instale tan fuertemente en él es un signo de estos tiempos". Y recuerda que estos militantes neosetentistas no se mueven en la austeridad, sino en el lujo. Pero sería injusto aseverar que Caparrós hace girar su lúcido ensayo únicamente en torno del fenómeno coyuntural del kirchnerismo. Parte de esta mecánica de división y de dogmas inconmovibles que están de moda para navegar otras aguas y para poner todo en duda. Se jacta incluso de dudar. Contrapone al riesgoso verbo "creer" el luminoso verbo "dudar", y hunde su cuchillo en todos los territorios, da vuelta todas nuestras creencias, y nos hiere con su filo, puesto que nos pone a pensar el futuro. Es inusualmente arriesgado lo que hace y propone. El filósofo Francis Bacon decía: "Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde". Podemos elegir en qué casillero vamos a refugiarnos.
© La Nacion


HÉROES EN DESGRACIA- NOTA ENVIADA POR ALEJANDRO CEBEY

ESTIMADOS Y ESTIMADAS:

    Martín Caparrós es el autor de varios libros, uno de ellos LA VOLUNTAD, que refleja la militancia de los setenta e incluye en su texto a varios radicales aún vivos como yo. También escribió LA HISTORIA, un fenomenal ejercicio de imaginación vernácula que no muchos han leído. Denostado por el oficialismo recalcitrante, respetado en baja voz por muchos, ha escrito un nuevo libro. Este comentario del diario de los Mitre muestra parte del debate de la Argentina de hoy. Le agradezco a Patita Calegari de General Belgrano el envío y se los mando para lo reflexionen.

    Atte.-

                     CARLOS ALEJANDRO

 

 

Un descarriado en la mira telescópica por  Jorge Fernández Díaz
LA NACION Sábado 30 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa

 Gente con la que tantas veces estuve de acuerdo ahora me odia; cuando quiere ser amable, me trata sólo de traidor -confiesa Martín Caparrós-. Gente que respeto ve en este gobierno cualidades que no consigo percibir ni un poquito? Me siento colgado del pincel. Estoy perplejo, molesto, inquieto, irritado: me persigue la sensación de que algo está muy mal en la Argentina y de que mucha gente muy respetable se resiste a verlo." Estas frases surgen del prólogo de un libro ( Argentinismos ), donde el narrador cuenta la verdad: durante una placentera cena de junio de 2008, Caparrós quiso discutir de política con un viejísimo amigo y muy pronto la conversación se desbarrancó. "Nos dijimos cosas feas; no volvimos a vernos." Le sucedió otra cosa más, que el autor no cuenta: cuando osó deslizar críticas al sacrosanto proyecto kirchnerista, la televisión oficialista, que se caracteriza por cierta "imbecilidad estructural", como calificó el propio Ricardo Forster, convirtió a Caparrós en un enemigo del Estado: lo persiguió con montajes taimados y mentirosos; lo humilló a través de panelistas aviesos; lo acusó de ceguera y de egolatría, y le recriminó una y otra vez que no accediera a la evidencia de un fenómeno revolucionario que otro escritor en las antípodas (Jorge Asís) calificó sardónicamente de "revolución oral". El comisariato político del progresismo evitista lo había puesto a Martín Caparrós, el descarriado, en la mira telescópica. No podía soportar que un referente de la izquierda intelectual, uno de los mejores cronistas narrativos de América latina, egresado de la Sorbona, maestro de la Fundación Nuevo Periodismo de García Márquez y estudioso del setentismo, fuera reacio al nuevo pensamiento único. Acaso al calor de esos escarnios y miserias, y de la perplejidad frente a un gobierno que en el discurso decía una cosa y en la realidad hacía otra, se cocinó este ensayo inesperado e incómodo, que indignará en el Jockey Club y también en la Biblioteca Nacional. Es que no se trata de un texto convencional; está lleno discusiones de fondo verdaderamente inquietantes. Mientras lo leía y me revolvía en mi asiento, recordaba aquella máxima de Ionesco: "Pensar contra la corriente del tiempo es heroico; decirlo, una locura". Para empezar, el autor ataca el culto mismo a la democracia. No cree naturalmente en dictaduras de ninguna especie, pero le achaca al sistema democrático la desigualdad, el fracaso y el hambre; también, la falsa idea implícita de que "no hay otra opción que el capitalismo con delegación política", algo que pinta como una "resignación triste y ahistórica". No puedo estar menos de acuerdo. Admito que con la democracia no se come ni se educa ni se cura, y que las mayorías pueden equivocarse mucho (Alemania e Italia, y también la Argentinapueden dar cuenta de ello), pero pretender que el sistema de votación y representación se haga cargo de cambiar el mundo es tan injusto como pedírselo a los diarios, a los obreros, a las empresas o al Estado. La democracia es un medio y no un fin; un mecanismo que ha demostrado funcionar en muchos lugares del planeta y que, en manos de inútiles, autócratas y corruptos, ha permitido también aberraciones y dolorosas derrotas sociales. A continuación, Caparrós también se permite ser políticamente incorrecto: sospecha que el kirchnerismo reconstruyó el Estado sólo para acumular poder. "Yo creo que el Estado es uno de los inventos más nefastos del hombre: máquinas potentes para hacer las peores porquerías. Y sería feliz si no hubiera Estado." Luego aclara irónicamente, y no tanto, que el Estado es necesario en estas circunstancias "para regular aunque sea un poquito el enfrentamiento tan desigual entre las clases, para conseguir que los que pierden tengan algún premio consuelo, un médico tras cuatro horas de cola, una escuela con mate cocido, un bolsón de comida, una frazada... Que la recreación del Estado pueda ser una tarea progresista sólo da cuenta de lo mal que estamos". Desde esa posición, arremete contra la ley del matrimonio igualitario: "Yo me sentía cercano a la pelea de gays y lesbianas porque estaban fuera del sistema Estado-Iglesia? Tenían dos opciones: romper con ese sistema e inventar formas nuevas, o pedirle al sistema que los aceptara". Le apena que hayan elegido esa última senda conservadora.
Es extremadamente gracioso cuando habla de peronismo. "Si yo creyera que un dios es responsable de este mundo de mierda, lo negaría por todos los medios: trataría de evitar que lo hicieran responsable a dios de este desastre. Por eso, si yo fuera fiel ferviente peronista, me dedicaría más que nada a negar su existencia, disimularla, minimizarla todo lo posible. El peronismo ha gobernado treinta de los últimos cuarenta años? Si el peronismo existiera, sería como dios: el responsable de este país-desastre." Para Caparrós, el peronismo no existe por la cantidad increíble de ropajes ideológicos que fue adoptando. Le parece insólito que saquen pecho los peronistas como si fueran inocentes de esas patéticas volteretas y de la catástrofe nacional. Se queja, a su vez, de que el revival setentista de los Kirchner malversó los verdaderos sueños de aquella generación diezmada. Caparrós formó parte de los jóvenes que querían instalar el socialismo extremo en la Argentina, y se queja de que el setentismo haya quedado vinculado únicamente al uso de la violencia. Mi discrepancia con los setentistas va más allá del uso del asesinato político como praxis y se instala en la torpe, delirante y peligrosa manera de hacer política que esa generación presuntamente brillante demostró a la hora de la verdad. La apropiación de la "heroicidad" setentista por parte del Gobierno creó, según Caparrós, "una confusión fundamental: que ahora los montoneros mandan, que este gobierno es la concreción de las voluntades de aquellos hombres y mujeres. Es sorprendente -agrega-: cualquier comparación veloz de las ideas políticas de unos y otros muestra la diferencia abismal entre esos militantes que querían un mundo sin ricos y estos ricos empresarios que no paran de hacer plata". Por las dudas, por los tiempos que corren, el narrador de Argentinismos se define: "Fui de esos que tuvimos que dejar la Argentina mientras el matrimonio Kirchner hacía buenos negocios; de esos que criticábamos al peronismo de Menem mientras el matrimonio Kirchner y su gobierno peronista hacían buenos negocios; de esos que trabajábamos para recuperar la historia reciente mientras el matrimonio Kirchner prohibía en su capital marchas de las Madres". Desde la izquierda, critica la ley de medios, el desendeudamiento y otras martingalas kirchneristas. Y también, a La Cámpora, que "no organiza barrios ni dirige centrales estudiantiles ni arma corrientes sindicales ni consigue puestos electivos en consejo y diputaciones? Que el retorno de la militancia -reflexiona- esté fogoneado desde el poder, y que se instale tan fuertemente en él es un signo de estos tiempos". Y recuerda que estos militantes neosetentistas no se mueven en la austeridad, sino en el lujo. Pero sería injusto aseverar que Caparrós hace girar su lúcido ensayo únicamente en torno del fenómeno coyuntural del kirchnerismo. Parte de esta mecánica de división y de dogmas inconmovibles que están de moda para navegar otras aguas y para poner todo en duda. Se jacta incluso de dudar. Contrapone al riesgoso verbo "creer" el luminoso verbo "dudar", y hunde su cuchillo en todos los territorios, da vuelta todas nuestras creencias, y nos hiere con su filo, puesto que nos pone a pensar el futuro. Es inusualmente arriesgado lo que hace y propone. El filósofo Francis Bacon decía: "Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde". Podemos elegir en qué casillero vamos a refugiarnos.
© La Nacion